Marco A. Macía – Pasando el puerto

Tampoco en esta ocasión le tocó a León. Y mira que, a diferencia de otras veces, en este sorteo jugaba varios décimos. Pero ni la pedrea. En ese concurso de migajas que han organizado con el cuento de la descentralización rifaban una oficina de inteligencia artificial y otra aeroespacial. León ya se apuntaba dos tantos por ser dos los leoneses elegidos para ir al espacio en próximos vuelos. Pero otra vez se queda en el lado del debe y al viejo reino le toca aportar los cuerpos –que es un medieval tributo de sangre- y no recibir la sede. No sé que será peor, si la mala intención de quien organiza el sorteo o el espectáculo de ropavejeros que se forma cuando se clama por una sede. Pocas imágenes son más lastimosas que un mar de manos extendidas, provincias mendicantes, pidiendo al Gobierno que les mande algo. Y mejor cuanto más incomprensible sea el nombre o más alejado de la natural actividad de la provincia. Se nos ha clavado tan profundo el efecto salvador del Guggenheim para dar la vuelta a la actividad económica que se ruega por cualquier iniciativa: siempre, eso si, que llegue de fuera. No se extendería el pesar ni la sensación de abandono si en vez de sedes se unieran esfuerzos para alentar las inteligencias y los espacios de los que León dispone. Menos sedes de aparentón y más apoyo a los provincianos que levantan la reja cada mañana.