Juan José Alonso Perandones – La Tolva
Desaparecieron los viejos teatros decimonónicos o de principios del XX, a cargo de las Sociedades o del Ayuntamiento, como el habilitado en la que fue panera del castillo del marqués, sito en solar donde se levantó de 1889 a 1892 la cárcel del Partido, y ahora se alzan los juzgados. En cuanto a sus más inmediatos sucesores, el Velasco, con una antigüedad de un siglo y una década, y el Gullón, que en un par de años celebrará su centenario, casi resulta milagroso el que, con reformas menores o de gran envergadura, permanezcan en pie y abiertos al público. Acogió el Gullón, desde su apertura, las más notables compañías, como la de Eugenia Zúffoli en 1928; o la de Enrique Diosdado, en 1968, con la obra Primavera en la plaza de París, del dramaturgo Ruiz Iriarte. Entre los actores de esta última comedia, el reclamo se debía a Amelia de la Torre, y no a un veinteañero de amplio flequillo, Juan Diego, que interpretaba a Perico, el joven que, con su emparejado amor, reconcilia dos ideologías enfrentadas en la precedente guerra. Este Juan Diego, al que Lorenzo López Sancho en la crónica sobre esta comedia reflejó, en ABC, como “alegre y bien pintado”, hoy peina canas; es genio y figura histórica de la representación, y celebraba días pasados la persistencia de su vocación, precisamente en el escenario donde recibió primeros aplausos y, a propósito de nuestro Festival de Cine, el principal galardón.