Eduardo Sáez – Sin pasión
Estamos aguantando todos la respiración como Ana García Obregón en aquella clásica foto de inicio del verano en bikini metiendo barriga a la espera del próximo recibo de la Elsa, que seguimos diciendo en esta tierra.
No sabemos en cuánto acabará la cosa y si habremos puesto la lavadora suficientemente de noche, porque, entre tanto chorreo de datos, cifras y opiniones, casi nadie tenemos claro por qué sube tanto la electricidad en España, aparte del IVA que anuncian que bajarán.
Pero como en todo hay que desbrozar, he encontrado una analogía que me ha servido para entender bien la razón de tal.
Es la de la frutería.
Parece ser que un gobierno regido por alguno de esos que hoy se sientan en los consejos de administración permitió a los magnates (¿o mangantes?) de las eléctricas poner el precio de todos los megava tios producidos al que tiene el más caro.
Si es con gas el más caro, todo, hasta lo producido con viento o sol, se cobra al mismo precio. Y es aquí donde la analogía cobra su pleno significado: si voy a la frutería y compro manzanas a un euro, calabacines a dos y cerezas a cinco y además un ramito de perejil que vale 0,50, la frutería «eléctrica» puede cobrarme el perejil a precio de cerezas.
Es legal. Y lo que es peor: si hablo de frutería, me puedo ir a otra; pero hablando de electricidad, no, porque el precio es único para todo el país.