Marco A. Macía – Pasando el Puerto. El día en el que se demuestre que al lobo no le asustan los molinos ni le importa guarecerse bajo las placas solares adormecido por su zumbido se consumará el plan. El sistema habrá equilibrado la producción verde de energía con la ecología parda y al revés. Y las conciencias tranquilas. Otra cosa será dónde diablos encajamos a los pastores con sus ovejas, si bien, harán poca falta puesto que la leche y los quesos manarán de las impresoras 3D. Además, las comarcas ya despobladas habrán quedado sin pasto ya que, como todo el mundo sabe, la hierba no crece bajo las placas fotovoltaicas y debe ser realmente incómodo pastorear reptando bajo ellas o al menos, con el espinazo a noventa grados. Decididamente: no hay sitio para los pastores. Es el progreso, amigo, ese avance contra el que luchan cuatro locos de cuatro pueblos planteando alegaciones y entorpeciendo la implantación de parques eólicos y huertos solares, que como un embeleco más de palabrería envolvente, ni son parques ni son huertos sino la derrama de este territorio a una demanda energética situada a cientos de kilómetros, allí donde se cuece todo. Al final si el único argumento a favor es de la oportunidad del negocio y el dinero fresco por un secarral en herencia es innegable que la batalla está perdida. Que se lo pregunten a Judas Iscariote, el primer vendedor.