Marco A. Macía – Pasando el Puerto

Posiblemente sea una lágrima en el mar de las contradicciones, un suspiro en el vendaval de la agonía, un grito en la estampida. Pasará sin pena ni gloria porque las inconsistencias, como las declaraciones oficiales o los plenos engolados, ya sabemos que llegan hasta donde llegan: hasta la puerta del Palacio de los Guzmanes. Sin cruzarla. Pero el pasado miércoles, el pleno de la Diputación acordó por unanimidad pedir a Valladolid la reapertura de consultorios y restaurar la atención presencial. Todos los partidos, incluso los mismos que decretan los cierres -ellos les llaman reorganizaciones de servicios- coinciden en pedir que no se cierre tanto -ellos dicen gestión sanitaria eficaz-. A pesar del entrenamiento propio de la función política de decir una cosa y hacer otra alcanzamos tal nivel de incoherencia que ya asumimos como éxito lograr unanimidades para corregir lo que a todos nos parece evidente e innegable: que haya médico, que recojan la basura, que salga agua por el grifo. En fin. Mínimos. O como ellos dicen: luchar decididamente contra la despoblación para que nadie quede atrás. O en el fondo del saco donde previamente te metí.