M.A. Macía – Pasando el puerto
Todavía no se ha resuelto el profundo debate teológico que pretende determinar si primero fue la luz y luego el verbo, o viceversa.
En todo caso, luz y verbo debieron aparecer en la misma mano de la partida de la creación y, consecuentemente, desde entonces han permanecido unidos como infancia y piojos, moscas y verano o filete y patatas, conceptos que malamente se imaginan por separado. De hecho, gracias al verbo nombramos a la luz y sin ella todo sería oscuridad. O dicho de otra forma, sin luz no veríamos el momento de usar el verbo y regresaría mos al mismo punto oscuro -y mudo- del que todo surge.
Con todo, es encantador asistir a la profusión de verbos con los que se intenta retorcer el debate de la luz y la iluminada palabrería con las que se pretende apagar el verbo subir y evitar encender la factura, que aprieta las almas de mortales y personas jurídicas con la misma generosidad que usa el sol para calentar las tierras cada amanecer.
Sólo una nueva intervención divina podrá aplacar la escalada de la luz, toda vez que se demuestra que, con verbos y palabras no se logra ningún ahorro las pronuncie quien las pronuncie. De no ser así, acostumbrémonos a trabajar a oscuras para poder pagar la luz o protestemos en silencio para no derrochar los verbos.
En resumen: apaga y vámonos.