Enrique Ramos – Piedra de Afilar
Acaba de hacerse pública una fea noticia que nos recuerda que el hombre no es un lobo, sino una hiena carroñera para el propio hombre. Un partido político ha organizado un acto para recaudar fondos para paliar los daños que sufren los palmeros afectados por la erupción del volcán y la recaudación ¡ha desaparecido!
Y el dinero es materia einsteniana: ni se crea ni se destruye; sino que se transforma, de lo que se deduce que alguien se lo ha quedado antes de salir hacia La Palma.
La reflexión que a un servidor le sale de esta anecdótica historia es, en realidad lo que tiene de categoría. La oleada de cuestaciones (hasta en la caja del supermercado te invitan a dejar un donativo para La Palma) que se han producido dan la impresión de que estamos recaudando para un país del Tercer Mundo con esa condescendencia del rico que deposita su limosna comprando así unos gramos de paz interior
¿No somos la decimotercera economía del Planeta? La superficie y la población afectadas suponen unas pocas milésimas partes del total de España. Este Estado tiene, si quiere, músculo para remediar eso y bastante más ¿Es necesaria esta coreografía de beneficencia? ¿Lo es, en realidad, para que nos sintamos mejor con nosotros mismos?