Juan José Alonso Perandones – La Tolva
Este agosto estábamos con Jordi Socías, disfrutando su magna exposición en el Gullón. Alguien le preguntó si algún día nos obsequiaría con fotografías de esta tierra, dado que la frecuenta, y de ser así qué motivos podrían interesarle. Respondió que, llegado el caso, el objetivo de su cámara no iría encaminado a un personaje, un monumento, un paisaje, sino a la luz. Captar, ‘impresionar’ la luz de Astorga y de su entorno no es arte menor, tampoco apreciarla según qué estación, qué punto cardinal, qué instante… En cualquier caso, muchos aficionados, en los digitales, cuelgan fotografías de los atardeceres por poniente, tan corridos de sol y sombra en sus lomas hasta alcanzar la ardorosa vistosidad, ya sobre la cima del Teleno. Mas apenas se presta atención a la luz del oriente, por donde el sol y la luna asoman como bola de fuego o de diamante, y cuando remontan avivan los frutos de la labranza, que riega la Moldería Real. Este mediodía de domingo en esa pequeña vega raspados están los hierbales y el cereal; se alzan maduros los maizales, los que no han sido triturados, y cae un sol tan vertical que diríase que todo el campo es polvo de oro bajo el infinito azul. Con dos pompones de hierba empacada en funda de almidón, y que el tractor con sus tenazas apresa. La luz de Astorga, pues, acompañándonos siempre está: una foto algún día nos sorprenderá con aquello que vemos y nunca hemos sabido mirar.