PASANDO EL PUERTO – Marco A. MACÍA
En siete días Julio cumplirá 80 años. Un número redondo de suficiente magnitud para detener la rotación terrestre cuando se alcanza y que, por ser él, debería cimbrear las cúspides de las catedrales, coronar de nubes las cordilleras y amansar las aguas al eco de ¡Hey! Al susurro lento de La vida sigue igual, aunque sea mentira. Es imposible imaginar una tarta de 80 velas e inútil intentar apagarlas con un soplido, salvo para el pulmón de Julio eternamente protegido por la chaqueta abotonada o la camiseta de rayas azules, triunfal en la menopausia y eterna en la adolescencia. Sin una voz prodigiosa, sin tocar ningún instrumento, con primarios conocimientos musicales convirtió su lado bueno en un meme místico antes de los memes, en la sonrisa inconsciente que pellizca el alma con De niña a mujer, aunque no seas padre. Alimentó la imaginación recogida del triunfo y, como los mesías en un R12 con bafles, obliga a colocar la mano derecha bajo el corazón al primer acorde de Me olvide de vivir. Dicen que gallego pero en realidad es nuestro, de cada cual. De esa mágica neblina donde cumplir 80 sólo sirve para hacer daño imaginando que por encima de sus canciones algún día llegará el olvido. El olvido imperdonable contra el que luchar. Pon Me va, me va.