Enrique Ramos – PIEDRA DE AFILAR
Se ha puesto el país en guardia porque se ha sabido que a un ex árbitro de fútbol, dominador de los comités que designan a los que dirigirán los partidos, un equipo le pagaba dinero.
Como se supone que el que da no pierde si el que recibe entiende, España entera se ha convertido en el café de Rick de Casablanca cuando el capitán Renault, de la gendarmería colonial, mientras cobraba sus comisiones por hacer la vista gorda ante aquel casino ilegal vociferaba “¡es una vergüenza, en este local se juega!”
Vamos a ver, almas de cántaro ¿en qué momento os habéis creído que esto es un mundo limpio? José María Caneda, que presidió el Compostela de los buenos años lo explicaba en una entrevista a un periódico: “estos del Barcelona son unos burros. ¿A quién se le ocurre dar el dinero con recibos? Nosotros dábamos a los árbitros relojes de oro y regalos, pero sin rastro”.
Y si eso lo hacía el club más humilde de aquella primera división de principios de los 90 ¿qué no harían los demás? Podemos extraer de ahí una nueva ecuación basada en la teoría de los socialistas utópicos: a cada uno según sus capacidades, de cada uno según sus necesidades. El juez del partido sabía quién daba más y quién necesitaba más. Ya lo dijo Goethe: “es preferible la injusticia al desorden”.