Marco A. Macía – Pasando el Puerto.

Imagino que se trata de una suposición no sólo falsa, sino también alarmista e ingenua a partes iguales, pero el mundo se está yendo a pique o al carajo, según optemos por una advocación naval o meramente anatómica. El avance imparable del fuego comiéndose territorios inmensos, tan grandes que sólo se ven desde el espacio, evidencia un futuro desalentador. Lo que hasta hace pocos años eran pronósticos interpretables de fúnebres agoreros con birrete de científicos se han convertido en certezas indudables emitidas por los mismos científicos, si bien, ahora con el gesto más hosco. Y está ocurriendo ante las narices de todo el orbe: tanto de quienes tienen en su mano que las cosas cambien, como del resto que nos consolamos con llevar los envases al contendor amarillo. Es verdad que la experiencia de gestión de la pandemia que aún nos maltrata, y lo que te rondaré morena, no ha puesto el listón muy alto, en el caso de haber consensuado un listón, en gestión de problemas graves y podría ser esperanzador solucionar males comunes. Pero precisamente lo vivido nos conduce a la cruel desesperación. Ni cegados por el humo, anegados por las aguas o asfixiados por aire irrespirable saldremos del inmovilismo del presente inmediato y, satisfechos con nuestro estilo de vida, renunciamos a proteger el futuro. Y quien venga detrás, que arree.