Gabriel Toribio – Cambiando aires

No he podido resistir a la tentación de la diosa fortuna por estar más de cerca de la ambición rompe el saco que del puro conformismo de lo que se tiene. Son momentos claves de que surja algún cambio radical cuando nos hablan del poderoso caballero don dinero. Pasar de largo, como si tal cual no se le diera la suficiente cuenta y qué es lo que estoy haciendo por cambiar vidas sumergidas en el charco del que es necesitado un pequeño empujón para tapar agujeros.

Impresionado por lo visto, cuando formamos amplias filas por el tiempo transcurrido se pueda llevar a un intervalo de más de treinta minutos en las administraciones de lotería. Lo que se consigue en la amplia cola de espera es guardar el momento de ser atendido y es derivado a conseguir un golde de suerte. En el centro de la capital de España, punto kilométrico cero y en la emblemática Puerta del Sol, las filas de espera en Dª. Manolita, son numerosas y el tiempo empleado en comprar el reto de unos agraciados boletos de la navidad, se transforman de dos a tres horas.

Se han visto las colas de vacunación por poner el fin al covid-19; en las oficinas de empleo, en el reparto de alimentos por la pureza implicada a la necesidad de combatir el hambre. No hay protestas y como corderitos por cambiarnos la suerte de mucha espera y salir del atolladero. La lotería de Navidad es tocada a diario con salud y no desgracias: ciegos hay que estar.