Juan José Alonso Perandones – La Tolva. Pasadas las siete de la tarde del sábado 5, Julián García, agente medioambiental (antes llamados guardias forestales) se afana, envuelto en una humareda, en apagar el fuego, que alguien debió prender al transitar por la senda que une el camino del Cubillo con el parque y fuente del Mayuelo. No le falta pericia, pues con el batefuegos va acorralando, aquí y allá, las llamaradas que se extienden hacia la casa del sur como agua sobrevenida del mar. Cuando llegue la autobomba, en un pis pas empapará el ardiente baldío, del que saldrán, durante horas, vencidos ramilletes de humo. Esto pasa: los antiguos campos de cereales que por junio, granados, doraban estos parajes de las dos fuentes y rebrillaban con la brisa son hoy presa de la maleza. Y donde antes llegaban los segadores y se oían sus cantos al cortar la mies, ahora arriban los forestales para sofocar el restallido del fuego. Cuentan estos benéficos agentes con un emblema en la fuente del Cubillo, desde que, a fines de los 70, la dotaron de frontal y abrevadero. Apenas echa un chorrillo, por ser saqueada su corriente, pero su agua, de entre las fuentes naturales de la ciudad, es la de mayor calidad. El medallón-emblema, de cemento, aún conserva la pintura aplicada por el forestal Roberto Bayón, y vaya si lucen su corona, el marco real y el zapapico; y sus dos ramas, la de pino, y la que puede ser de encina, por la hoja, o de roble, por el fruto.
Fuente forestal
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