Enrique Ramos – Piedra de Afilar

Llega Fitur, esa inmensa hoguera de las vanidades, donde mucha gente viaja por todo el orbe sin moverse del ferial madrileño. Cualquiera que pretenda ser algo en esta industria de la vacación y el entretenimiento, dicen que ha de asomarse a tal feria. Sin embargo, la experiencia de un servidor en la fementida cita, hace ya bastantes años, fue algo diferente: desconozco si en la parte profesional con los operadores se negociaban grandes paquetes, pero en la parte abierta al público, resultaba una procesión de gentes acumulando folletos y otros productos de promoción que arrastraban ¡en maletas! serpenteando entre stands. Me permito aventurar que el retorno de este marketing indiscriminado fuera cero
Y esto, hace casi 20 años, era cuando el “hágalo usted mismo” de los viajes por internet estaba casi en mantillas. Hoy, con un mundo regido por la virtualidad, las ferias (no solo Fitur) están en una situación de decadencia con buena parte de sus expositores evitándolas o, al menos, reduciendo al mínimo una presencia que empiezan a estimar superflua. Unas ferias en las que casi no hay ya fiesta Pero hay que seguir yendo, como aquello de la misa de precepto o las fiestas de guardar.
Acaso, por ese tiempo líquido y de transición que vivimos, Xocoatl, la propuesta que quiere sustituir al SICA astorgano, acude allí; con ideas nuevas en foros viejos