Isidro Martínez – Las Torcas
En los no muy lejanos buenos tiempos, la primera semana de septiembre era vacacional en Astorga. Muchos comerciantes, tras la campaña intensa del estío, bajaban sus persianas durante una semana al menos para tomarse un descanso. Ahora, en estos tiempos complicados, el respiro es más complicado. Se ve en los carteles de los establecimientos: pocos se van a la playa.
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En esta sección tampoco estamos de vacaciones, por eso nos vamos de paseo por las oficinas bancarias españolas.
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Abrimos con el banco Sabadell, en esta tierra de garbanzos de pico pardal, con más frecuencia llamado banco Herrero, aunque de su origen asturiano solo queden recuerdos en los viejos clientes.
El banco de origen catalán ha decidido que todavía le sobran unos dos mil empleados y, un poco más abajo, no explicamos las razones del corte de plantilla bancaria en España, pero casi se intuyen los argumentos del adelgazamiento por la desafección a la atención presencial. Además de trabajadores, el Sabadell clausura 496 sucursales en España por aquello de la digitalización y que los clientesya no van “al banco”.
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Concretando, en León el Sabadell cuenta con 27 oficinas tras las podas anteriores y asegura que le sobran otras 11. Se quedará con solo 16 en la provincia y, supongo, algunas de la casi docena residuales estarán en la capital, pero sobre todo en los pueblos grandes. Que vayan pensando sus alcaldes… en aclimatarse, porque no podrán hacer otra cosa.
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El otro día me fui al banco Santander en Astorga. Como no suelo acudir mucho a estas entidades resulta que no sabía que las viejas costumbres ya no rigen: no abren sus puertas a las 8.30 horascomo anteriormente, sino a las nueve. Viaje en balde.
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Al día siguiente acudí a la sucursal un poco más tarde, pero tampoco a primera hora porque había visto una cola de seis personas esperando en la plaza a que abriera. Pero resultó que la banca, con excelente criterio para sus intereses, ya no es que fije un horario de pago de recibos, tempranero y limitado para los no clientes, sino que la caja se clausura a las diez y media de la mañana para todo ser humano. No me pregunten qué hace el cajero el resto de la jornada laboral, y tal vez por eso les sobra tanta gente.
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Para enredar más el negocio bancario están los cajeros. Se puede hacer de todo sin necesitar personal de atención, aunque todavía alguno acompaña al afectado, sobre todo cuando es mayor y no sabe meter la cartilla en la ranura para actualizarla.
En este caso, mi vecino se había encontrado con un billete de 500 euros y quiso ingresarlo en su cuenta, pues pagar cualquier cosa con ese “bin laden” es tarea ímproba e imposible. No fue factible. El cajero inteligente devuelve el billete porque no lo reconoce. Será legal, pero no puedes ingresarlo en cuenta directamente. El robot de pared lo desconoce.
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Al día siguiente se realizó la operación de forma presencial. Sin dificultades, que los empleados, aunque muchos menos, siguen con la eficacia acostumbrada.
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Y penúltima historia sobre los bancos en este sueño de una noche de verano, en septiembre, que es verídica en todos sus detalles. Aunque no sucede en Astorga, porque solo hay una sucursal por entidad (solo recuerdos quedan de las dos sucursales de Caja España, etc.), en las grandes ciudades ya existen oficinas sin colas de mañana en sus puertas. Me sorprendió tanto la visión que entré. Un cartel en la puerta con apertura con botón aclaró la incongruencia: existen sucursales bancarias sin servicio de caja. Así mismo: sin cajero, con o sin manguitos, que dispense los billetes al cliente.
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Un par de exabruptos no sirvieron para rebajar el cabreo de buscar oficina, con caja disponible, a un km. Porque la vida es complicada y, en el caso de la banca, sin opciones a cambiar ni siquiera de correa: todos son similares.
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¿Qué es esto comparado con no tener ni siquiera cajero para agenciarse el dinero en metálico? Tiene razón. En los pequeños pueblos, y otros mayores, esas dificultades son migajas comparadas con la impotencia de tener ochenta años, no poder moverse y tener que pagar el pan o la carne al comerciante que se toma la molestia de llevarlo a las poblaciones de nuestra tierra.
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Afortunadamente el covid se rebaja, los bares abren las barras y hasta se podrá bailar de noche en la pista con luces incandescentes. Porque la vida es esa inexplicable mezcla de incoherencias que nos ayudan a seguir adelante. Aunque algunos se empeñen en complicarnos las cosas.
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¿Y de Astorga y sus políticos? Tiene razón la queja, pero dejémoslos descansar estos días, que se acaba la quincena y regresa el curso. Además algunos contenedores de residuos lucen “bonitos” paisajes del patrimonio astorgano, que la limpieza no está reñida con el arte.