Marco A. Macía – Pasando el puerto

En otros países no sé, pero en el nuestro se percibe la tendencia creciente a que nos acostumbremos a ver el carro por delante de las vacas, provocando que, al menos en lo conceptual, uno ya no sepa a que clavo agarrarse. Cuando tras cuarenta y siete años de gimnasia democrática íbamos entendiendo que el juego político dictaba que el gobierno dijera por aquí para que la oposición replicara, con grandes voces, que ni mucho menos, que por allí, resulta que es al revés: es el gobierno quien contradice lo que marca la oposición. Con la paradoja, tan nuestra y tan autonómica, de aquellos territorios donde oposición y gobierno son del mismo partido y proponen caminos divergentes sin sonrojarse. El monstruo se agiganta aún más cuando bajo el paraguas de la coalición, la oposición y el gobierno comparten mesa en el consejo de ministros y ministras, rebatiéndose los matices superficiales de las formas que, según parece, es donde anidan las ideologías profundas. Quizá en el fondo todo se reduzca a alimentar el desconcierto para que no se desinfle el globo en el que viajamos con el rumbo que marca el viento. Ya sólo nos queda el sombrero de Pedro Mato, bastión firme y silencioso, para cobijarnos cuando todo se caiga. Es un alivio que sea de chapa.