Juan José Alonso Perandones – La Tolva
No tenía el Café Central, bajo el Casino, en los pasados 60, mucho que envidiar al de doña Rosa, de “La Colmena”: su amplísimo salón estaba salpicado de mesas de mármol blanco, eso sí, sin nombre alguno de finados en su reverso, también contaba con limpiabotas que abrillantaba los zapatos de los señoritos mientras fumaban la picadura, y todo el recinto era un vaho nebuloso. Doña Rosa pecaba de avara y no era dada, en su café, a dejar espacios superfluos, así que carecía de mesas de billar. Sin embargo, en el astorgano, en tanto los labradores, empleados, comerciantes, contratistas, funcionarios…, se tomaban un anisete y conversaban del precio de las patatas, del interés de los depósitos bancarios, del nuevo urbanismo desaforado…; mientras todo ese parloteo ocurría, en el fondo del salón sonaban secamente carambolas en dos mesas de billar. Pepe Jofervi me ha ayudado a poner nombre a aquellos jugadores, que de niño me sorprendían con su placer al deslizar sus dedos por el taco: Tomás, el Lechero, Aureliano, el Pregonero, Marcelino, el Pintor… Cerrado el Central, nuevas mesas de billar han rondado por bares o salas de juego, y hoy son disfrutadas en el Casino y en el Hogar. Pepe Jofervi y su Club nos han traído a los mejores jugadores de España a la 89 Competición: las carambolas han sonado en una sala de hotel inmaculada, sin aquel vaho ni parloteo del Central, pero infantiles carambolas todavía son.