Eduardo Saéz – SIN PASIÓN

Por esas interminables cadenas de whatsapp que envenenan a la opinión pública me llegaron estos días dos frikadas respecto de la nueva ley de bienestar animal: la de que no se podrán matar ratas y la de que se autoriza la zoofilia.

Como quien escribe esas payasadas solo está al nivel de quien se las cree, quise, en uno de esos privilegios que otorga el tiempo de la jubilación, hacer eso que casi no hace nadie: leer el texto de la ley, sobre todo por satisfacer otra curiosidad, que, esta sí, no era un rumor infundado.

Bueno, pues como se decía y se confirma en el texto de la ley, la gente para tener mascotas (perros, gatos, hamsters…) deberá hacer un cursillo.

¿Estamos locos o qué? ¿Hace falta un curso para tener perros y no para tener hijos? ¿Alguien se cree que por un conocimiento teórico el personal que es incívico va a dejar de serlo? ¿El curso va a hacer que quien no recoge las heces del perro empiece a recogerlas? ¿Es razonable tener a un perro de cincuenta kilos todo el día en un piso de 60 metros cuadrados sacándolo a sus cosas media hora diaria? ¿Por qué la ley no cita eso?

Lo que sí recoge la ley es lo de la experimentación con animales. Ahí ya hacemos la vista gorda. Una medicina, es una medicina, y si han de morir, perros, gatos, cerdos, ratones o monos, el bien es superior. Coherencia,  en su dosis justa

Hay mañanas en que lo que en el lejano París del 68 llamaban gauche divine y que en la España del siglo XXI hemos parafraseado en “izquierda caviar” y hoy “izquierda quinoa”, tiene el norte perdidísimo