Juan José Alonso Perandones – La Tolva
En Valdeviejas, por el fallecimiento o jubilación de los últimos labradores, de la saga de los Nistal y Martínez, no hay quien atienda la labranza; los pagos yermos no están, pues aún se cultivan los cereales y el garbanzo de pico pardal, a cargo, como sucede en el campo de Astorga, de agricultores de San Román, Carneros, Celada… Para el recuerdo queda la bendición de los campos el día de San Marcos: el pueblo subía, desde San Verísimo, con la cruz y la Virgen de la Inmaculada, hasta las cercanías de la Cruz del Monte para, según ‘la hoja’ (el predio sembrado) dirigir las oraciones. Se conserva la bendición del Ecce Homo, desde su ermita, por la mañana, con novedades en los últimos tiempos, como se ha apreciado el domingo 22, con la incorporación del pendón y la cruz de Murias, y de otros 14 pendones, la ofrenda de los Caballeros del Silencio, el convite con el garbanzo… Y se ha perdido, con esta talla del XIX, la bendición de la tarde para los pagos del Jerga, donde “el río de abajo”. Pese a la extinción de una tarea, en Valdeviejas, que conlleva la sabiduría de siglos, de los animales y la tierra, vecinos y familiares, algunos con la casa ya cerrada, buscan su arraigo en una tradición en la que se aúnan lo religioso, la labranza o bien el pastoreo, y la fiesta. Y así también ocurre en pueblos cercanos, tan despoblados, cuando procesionan la imagen del santo patrón y suenan la flauta y el tamboril.